Recordaré siempre su figura perseguida por el humo de un cigarro, acompañado de sus perros en las mañanas, por el parque...
Alfredo, una de esas personas especiales que la vida, como regalo, te permite encontrar en tu camino.
Decir Alfredo es decir ilusión, proyectos, trabajo, guiños; de esos que todos hacemos cuando cerramos un ojo, pero que sólo él sabía hacer a la par que sonreía mientras; delantal al cuello, arremangado, descansaba una mano sobre su cadera y en la otra sostenía alguna de sus genialidades, ya fuera caja, libro, grabado, “goma”...
Guiños del lenguaje, del pensamiento, de ese pensar prodigioso que en cualquier parte encontraba una escusa para interpretar, crear, estudiar y girar a su antojo como pocos.
Capaz de hacerte dar una vuelta completa por la terraza, al centro cultural, mirando las curiosas imágenes que se proyectaban desde el edificio de enfrente cubierto de cristales y te contaba las fotos que había tomado trabajando el tema de los “reflejos”; mientras me contagiaba con sus proyectos, que eran inagotables, sus ganas incansables, su entusiasmo y su fuerza.
Era fuerte pero enormemente delicado, sabía como nadie ser pícaro a la vez que cortés y sacarme una sonrisa por fuera y otra aún más grande por dentro.
El compañero perfecto, el que siempre me animó en todo cuanto hice, incondicional, preñado siempre de ideas, empuje... único. Aquel que siempre contaba con todos y con el que absolutamente todos, podíamos contar.
Te echaremos mucho de menos, te extrañaremos siempre. Dejas un hueco muy grande en nuestras vidas, sólo paliado por la inmensa cantidad de recuerdos.
Esbozaré una sonrisa la próxima vez que guiñe un ojo para obturar mi cámara buscando otro reflejo de los que tú me enseñaste a mirar, intentaré estar a la altura y en mi fuero interno lo compartiré con “vos”. MAESTRO
Alfredo, una de esas personas especiales que la vida, como regalo, te permite encontrar en tu camino.
Decir Alfredo es decir ilusión, proyectos, trabajo, guiños; de esos que todos hacemos cuando cerramos un ojo, pero que sólo él sabía hacer a la par que sonreía mientras; delantal al cuello, arremangado, descansaba una mano sobre su cadera y en la otra sostenía alguna de sus genialidades, ya fuera caja, libro, grabado, “goma”...
Guiños del lenguaje, del pensamiento, de ese pensar prodigioso que en cualquier parte encontraba una escusa para interpretar, crear, estudiar y girar a su antojo como pocos.
Capaz de hacerte dar una vuelta completa por la terraza, al centro cultural, mirando las curiosas imágenes que se proyectaban desde el edificio de enfrente cubierto de cristales y te contaba las fotos que había tomado trabajando el tema de los “reflejos”; mientras me contagiaba con sus proyectos, que eran inagotables, sus ganas incansables, su entusiasmo y su fuerza.
Era fuerte pero enormemente delicado, sabía como nadie ser pícaro a la vez que cortés y sacarme una sonrisa por fuera y otra aún más grande por dentro.
El compañero perfecto, el que siempre me animó en todo cuanto hice, incondicional, preñado siempre de ideas, empuje... único. Aquel que siempre contaba con todos y con el que absolutamente todos, podíamos contar.
Te echaremos mucho de menos, te extrañaremos siempre. Dejas un hueco muy grande en nuestras vidas, sólo paliado por la inmensa cantidad de recuerdos.
Esbozaré una sonrisa la próxima vez que guiñe un ojo para obturar mi cámara buscando otro reflejo de los que tú me enseñaste a mirar, intentaré estar a la altura y en mi fuero interno lo compartiré con “vos”. MAESTRO
Mª ANTONIA FRANCISCO
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¡QUÉ VIERNES TAN TRECE Y VIERNES!
No puedo recordar Grabado sin Alfredo.
No imagino qué haremos con su hueco en Encuadernación.
Son tantas referencias, el Lokta negro, el rojo, sus linóleos de experto en gomas, sus juegos de palabras , sus camisetas, el Público, los chistes del Roto, sus peonzas, los papeles japoneses casi invisibles, sus cajas - ¿suyas? ¡si las hizo todas para regalar!- , su disposición a echar una mano, a llevar los grabados, a recoger los grabados, Córdoba, su entusiasmo por el proyecto colectivo, su parte de las cajas de Estampa, el Gran Guayomin, su anticlericalismo irónico, sus libros de firmas repartidos por aquí y allá, Miguel Hernández, su estar incondicional siempre que hiciera falta, su generosidad, su buen rollo…
Sus señas de identidad me vienen a la cabeza como una letanía disparatada que va componiendo un modo de ser, una presencia que nos ha acompañado muchos años, muchas horas, muchas bromas, muchas risas y muchísimo cariño.
Tengo tan clara su figura entrando en clase, que siempre voy a pensar que se retrasa.
ANA VALENCIANO
No puedo recordar Grabado sin Alfredo.
No imagino qué haremos con su hueco en Encuadernación.
Son tantas referencias, el Lokta negro, el rojo, sus linóleos de experto en gomas, sus juegos de palabras , sus camisetas, el Público, los chistes del Roto, sus peonzas, los papeles japoneses casi invisibles, sus cajas - ¿suyas? ¡si las hizo todas para regalar!- , su disposición a echar una mano, a llevar los grabados, a recoger los grabados, Córdoba, su entusiasmo por el proyecto colectivo, su parte de las cajas de Estampa, el Gran Guayomin, su anticlericalismo irónico, sus libros de firmas repartidos por aquí y allá, Miguel Hernández, su estar incondicional siempre que hiciera falta, su generosidad, su buen rollo…
Sus señas de identidad me vienen a la cabeza como una letanía disparatada que va componiendo un modo de ser, una presencia que nos ha acompañado muchos años, muchas horas, muchas bromas, muchas risas y muchísimo cariño.
Tengo tan clara su figura entrando en clase, que siempre voy a pensar que se retrasa.
ANA VALENCIANO
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FLOR